A través de las creencias y costumbres, actitudes y conductas de una población, se ponen de manifiesto se sus valores culturales y las relaciones sociales que poseen una significación.
La tradición se presenta bajo formas orales o escritas del lenguaje; como cuentos, rituales, canciones, inspecciones memoriales, etc.
Se considera a la tradición como herencia social y adquiere la significación de patrimonio cultural donde cada generación le entrega a la siguiente; por eso se la vincula con la historia.
En el plano de las costumbres, que son una manifestación de las creencias se puede observar un sincretismo entre la religión cristiana, las creencias heredadas de los guaranies y creencias de fe actuales como el Gauchito Gil. Son prácticas y creencias que conviven en el imaginario colectivo de sus pobladores que ya han aprendido a convivir con ella.
Entre los correntinos ofrece una caracterización especial el hombre de la campaña, el paisano, nacido, criado y, a buen seguro, con los años, muerto en el suelo donde abrieron sus ojos, y por el que se siente un apego entrañable. Es afecto a las competencias de destreza gaucha con el caballo y el lazo, cultor de la música regional y, supersticioso como el que más, han creado imágenes extrañas al santoral de la Iglesia, como "San Son", "San Ceomo" (desfiguración de Ecce Homo), "San La Muerte", que cuente con no escasos adeptos. También al credulidad popular ha extendido la fama de "milagreros", desde los albores del siglo, a famosos personajes, ultimados en sus fechorías por la fuerza del orden.
La mística Corrientes no encanta sólo con su Payé, con su embrujo, con sus ríos y esteros, con sus campos y montes, sino también con el ritmo de un Chamamé, porque no existe fiesta correntina sin que “El Toro” arranque a las parejas de su silla para lustrar la pista abrasados con movimientos cadenciosos. El "chamamé" es una suave cadenciosa melodía que traduce estados de ánimo del correntino y que suele ser acompañada por entusiasta exclamaciones y gritos (sapucai) que lo mismo denotan regocijo, entusiasmo o desafío.
Enternece el respeto de un gaucho colocando el apero sobre su caballo, el ritualismo con el que elige las herramientas que usará ese día. La misma convicción con el que las mujeres peinan la lana recién esquilada, arman los cigarros o amasan el chipá.
De cultura también saben las manos sabias de un artesano que acaricia el cuero al trenzarlo en una ecuación exacta y milimétrica o el cincel de los plateros que recorren el metal descubriendo bellas formas para mates y cuchillos en lo que antes era una placa lisa y sin alma y a la que va dando forma con el amor del creador hacia su obra.
Con los versos de un poeta al cielo correntino cuajado de estrellas, el mismo cielo que recibió los suspiros de la indiecita Anahí por su padre y el aleteo del carau con su arrepentimiento al no estar con su madre mientras moría. También embruja la dulzura del idioma Guaraní, el que recitó Irupé al tirarse al agua para estar con su amado por siempre, el que aprendieron jesuitas y franciscanos en la época de las Misiones. Su candor está destinado a encantar a las guaynas correntinas.
Pocos lugares con la fuerza de un Sapukay gritado desde el pecho de un correntino y con el orgullo de serlo, de sentir la fuerza de sus raíces bien firmes a pesar de ser una provincia en la que conviven distintas tradiciones y a la vez , otras tan iguales como el Carnaval, el Chamamé y el chipá .
Cada país tiene sus tradiciones y costumbres como parte de sucultura, claro está. En Corrientes, por ejemplo, tomar mate es parte de una antigua cultura heredada de los antiguos pobladores de nuestro territorio, los Guaranies. Esta famosa “bebida” es una infusión como lo son el té o el café. Sin embargo, nosotros no tomamos mate para saciar la sed, sino como parte de un ritual cotidiano. Por eso, es muy común que alguien llegue a una casa y el anfitrión pronuncie dos frases: “hola”, “¿tomamos unos mates?”.
El mate no distingue entre ricos y pobres. No hay colores ni clases sociales para compartirlo. No hace diferencias por género y se comparte tanto entre adultos empresarios en oficinas, como entre los jóvenes mientras estudian.
Personajes típicos son, además, el isleño, el "jangadero" que maneja las balsas construidas con grandes troncos que se desplazan por el río hacia los centros de elaboración ("jangadas"), el pescador, el "mariscador" y el mayonero, personaje característico del río Paraná.
Una tierra de fe y esperanza, par un encuentro con nuestras ricas tradiciones y cultura, al ritmo del chamame, con un mate con amigos, donde todo el año es carnaval, decimos esta es nuestra tierra, somos correntinos.
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