- El aspecto de este cánido tiene cierta similitud con un Galgo Ruso y con el Guepardo, siendo el cánido de mayor tamaño de América del Sur. Posee una llamativa coloración y aspecto más bien desgarbado, y resulta un corredor veloz y un notable saltador, adaptado perfectamente a la vida en terrenos abiertos o inundados gracias a sus singulares "zancos".
De hábitos solitarios y aunque de aspecto temeroso, es totalmente inofensivo para el hombre. Es un animal solitario, sumamente tímido y cauteloso, de hábitos nocturnos o crepusculares. El Aguará Guazú se caracteriza por sus largas patas, su altura y su cabeza pequeña en proporción al resto del cuerpo. Su pelaje, largo y áspero, le permite desplazarse en áreas de vegetación intrincada y cortante como campos de espartillo.
Vive en zonas abiertas (inundables o inundadas), con pastizales y pajonales salpicados de isletas de monte fuerte y palmares de caranday.
La coloración de su pelaje oscila entre un anaranjado y rojizo de acuerdo a la región en que habita. En la zona de la cruz posee un área de largos pelos negros (crin), como así también este color esta en el hocico, la parte inferior de las manos y de las patas y una línea a lo largo del lomo. El pecho posee un área de color blanco como también la punta de la cola y el interior de los pabellones auriculares. La cabeza es alargada y las orejas son grandes. Los pelos del cuerpo son largos, de 9 a 10 cm, y en la región de la cruz miden hasta 15 cm.
Su longitud es de alrededor de 1,30 metros, a los que se debe sumar los entre 30 y 45 cm de la cola. Su alzada es de 75-90 cm y su peso oscila entre los 20-22 Kg en estado silvestre, con pesos máximos de 30 Kg en cautiverio. Es un animal corpulento y sus largas patas son una notable adaptación a su ambiente que le permite correr velozmente, avistar por encima de los altos pastizales y habitar terrenos bajos, poco firmes e inundables en la proximidad de cursos de agua como arroyos, cañadas, esteros y lagunas.
Su andar es típicamente desgarbado debido a la posición que adopta avanzando con mano y pata del mismo lado (amblar), dejando así las típicas huellas yuxtapuestas. Su pisada difiere notablemente de otros cánidos que comparten su hábitat. Este modo de caminar le permite lograr un gran ahorro de energía y recorrer grandes extensiones.
Son excelentes caminadores, recorriendo los mismos senderos de ida y de vuelta. No necesita correr dado las pequeñas presas que persigue, razón además de su pequeño volumen pectoral. Los individuos se comunican entre sí a través de largas distancias con un aullido ronco, de tono bajo y de alto alcance que le ha dado la fama de lobizón en muchas regiones.
Respecto a su dieta, en estado silvestre está descripto como un omnívoro generalista. Captura animales menores, entre ellos ranas, lagartos, lauchas de campo, peces de agua dulce, insectos y un buen número de aves, junto con sus huevos. También suele incluir en su dieta distintos frutos, gramíneas y raíces, y se cree que esto obedece al gran tamaño de sus molares. Además se ha comprobado que come animales muertos y carroña.
El Aguará Guazú conserva por largos períodos la misma pareja con quien acepta compartir el territorio. Su estación reproductiva se extiende de febrero a abril y los nacimientos se concentran entre los meses de julio y agosto con una camada promedio de dos crías, con excepciones de cinco en cautiverio, que nacen después de 60 a 65 días de gestación. El peso de los cachorros oscila entre los 350 y 450 gramos y al nacer tienen una coloración negruzca. Es común que el macho permanezca junto a la hembra durante el parto y que luego colabore con la alimentación y crianza de la camada.
- El Aguará en peligro
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Carcomido su ámbito original por el avance de las fronteras agropecuarias, el estatus de este animal resulta sombrío en la Argentina. Además de su captura, por lo general accidental o por temor infundado, este simpático cánido carga con el efecto negativo de una leyenda de origen europeo, que se ha arraigado en varias zonas de nuestro país como es la del "lobizón".
El Aguará Guazú es uno de los más bellos exponentes de nuestra fauna, pero acusado de atacar terneros y potrillos, infundadamente ya que sólo ocasionalmente habría capturado aves de corral, se ha fomentado su cacería indiscriminada. Además la alteración de su hábitat por la introducción de cultivos exóticos y las prácticas ganaderas intensivas, las forestaciones y las rutas asfálticas, lo han colocado en la lista negra de las especies en extinción.
El inofensivo y misterioso Aguará Guazú ha ido retrayendo, por todos los motivos expuestos, su área de dispersión. Si se extinguiera, no sólo desaparecería una valiosa especie, sino también la magia del paisaje nocturno del nordeste argentino. En las noches de luna llena ahora nada nos sobresaltará al recorrer los senderos.
Los pocos ejemplares que sobreviven hoy en día están en el este de Chaco y Formosa, en Corrientes y en el norte de Santa Fe. Si todavía existe en Misiones, Córdoba y sudeste de Santiago del Estero, su presencia es solamente relictual. Considerado una rareza, zoológicos y museos han contribuido, paradójicamente, a disminuir su número en el país
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