HISTORIA DE LORETO

"La fundación de Loreto en la provincia de Corrientes, verdaderamente es un episodio único en la zona, y merece que su tradición sea conservada como testimonio de un triunfo de la fe, que edificó un pueblo con las reliquias de otro". Pedro de Armengol Alegre

La reducción de Loreto, fue el primero fundado en las Misiones por los padres Cataldino y Masseta, hacia 1610 mas allá de la cataratas del Iguazú, en la región el Guayrá.

Durante ocho años Ruiz de Montoya trabajó con sus compañeros incansablemente, incorporando nuevos pobladores a las reducciones de Loreto y San Ignacio, y organizando estos pueblos. Además, por estos años compuso un arte y vocabulario de la lengua guaraní. Al final de este primer período misional, el 2 de febrero de 1620, hizo su profesión de 3 votos en la reducción de Loreto. En 1622 fue designado Superior de la Misión del Guayrá sucediendo al Padre José Cataldino. Se inició entonces una nueva etapa, de expansión misionera, pero signada por la agresión externa.

En 1631, ante los ataques de los "mamelucos paulistas", bandoleros de la región brasileña, luego de muchas penurias, a comienzos de 1632, llegaron al arroyo Yabebiry, donde se establecieron los dos pueblos: Nuestra Señora de Loreto y San Ignacio Miní, donde subsistió hasta la invasión de Portugal en 1817, comandada por el Brigadier Chagas. No olvidar que la actual República del Brasil, limítrofe con nuestra provincia, constituyó una colonia portuguesa hasta 1822, en que el Infante don Pedro, hijo del Rey de Portugal, dio el grito de libertad é independencia al cruzar el Ipiranga, constituyendo al Brasil en un imperio.

Loreto formaba parte de las 15 reducciones jesuíticas occidentales, que después de la expulsión de estos ordenados por el Rey Carlos III de España y ejecutada con sigilo y habilidad por el Gobernador de Buenos Aires don Francisco de Paula Bucarrelli; Se reorganizaron bajo dirección de curas franciscanos, dominicos, mercedarios, etc. y finalmente bajo gobierno civil, dirigidas desde Yapeyú como capital, por un gobernador y las reducciones a sus órdenes por “administradores”. La vida de estos “administradores” con altibajos de progreso continuó hasta la época emancipadora, pasando del dominio español a depender de la Junta de Buenos Aires, a adherirse los Cabildos de pueblos al movimiento revolucionario de Mayo.

Hacia las fronteras (primer éxodo ó éxodo Guayreño)

Al culminar el año 1631 solamente San Ignacio y Nuestra Señora de Loreto permanecían en el Guayrá. Las demás reducciones habían sido destruidas o directamente abandonadas por sus habitantes. El padre Antonio Ruiz de Montoya, Superior de las misiones guariñas, se encontraba frente a una decisión crucial: permanecer en el Guayrá y resistir a los ataques, o abandonar la región y asumir el fracaso del proyecto misional guayreño. El pánico en la población, la ausencia de una organización militar, sumado a la indiferencia de Asunción, Villa Rica y Ciudad Real frente al problema, terminaron por condicionar la toma de una decisión, probablemente no deseada por el padre Montoya: el abandono del proyecto guayreño y el éxodo de la población en busca de un ámbito territorial más seguro. El pánico cundió entre los indígenas ante la proximidad de las bandeiras. Durante varias semanas, 12.000 indígenas se prepararon para el éxodo. Se acondicionaron 700 balsas y las provisiones necesarias para el viaje. Se embarcaron las alhajas de las iglesias, muebles y enseres. Las familias juntaron sus pertenencias y desenterraron los huesos de sus muertos. Los 12.000 indígenas, junto con el padre Antonio Ruiz de Montoya, se despidieron de su ancestral patria guayreña y se lanzaron en las balsas al río Paranapanema, navegándolo hasta llegar al Paraná. Tres días después los bandeirantes caían sobre los abandonados pueblos de Loreto y San Ignacio. Pero otras calamidades le sobrevendrían a los guayreños en el largo trayecto. Las balsas surcaban apacibles las aguas tranquilas del río Paraná cuando, en un sitio en donde el río se estrecha, visualizaron una improvisada fortificación. Eran algunos pobladores encomenderos de Ciudad Real fuertemente armados que intentaban impedir el paso y al mismo tiempo capturar indios para sus encomiendas. La caravana se detuvo en la costa y el padre Montoya se dirigió a la fortificación a conferenciar con los encomenderos. La postura de éstos era contundente: los indios no pasarían, e incluso amenazaron de muerte al padre Montoya, quien logró escabullirse. Para el padre Montoya y los miles de guaraníes no había posibilidad de retroceder. Ordenaron las balsas en formación militar, tomaron en mano sus arcos y flechas, y continuaron desplazándose río abajo dispuestos a luchar por la libertad. Los encomenderos, al ver el estremecedor espectáculo de 12.000 personas navegando en el río entonando cánticos y plegarias a viva voz, con la imagen de la venerada Virgen de Loreto como guía, quedaron atónitos y simplemente dejaron la vía libre a los guayreños. A los pocos kilómetros se hallaron ante las cascadas del Guayrá (hoy cubiertas por el lago de Itaipú). Durante cinco días, los indígenas recorrieron casi veinte leguas cargando por tierra todo su equipaje. Para aminorar la carga se lanzaron a las cascadas trescientas balsas con la intención de recogerlas más abajo, pero todas quedaron destruidas; un hecho que decepcionó y desalentó a los emigrados. Durante el trayecto por la selva los misioneros fueron víctimas de indios salvajes, fieras y alimañas. Salvado el tramo de las cascadas, se encontraron con que faltaban balsas. A esto se sumó la incorporación de 2000 guaraníes más que llegaron con el padre Pedro Espinosa, huyendo del ataque bandeirante a la reducción de Los Ángeles del Tayaoba. Al tiempo los alimentos comenzaron a escasear y faltaban también en el lugar árboles adecuados para construir nuevas balsas. Aun así, se comenzaron a elaborar canoas y balsas muy precarias. Mientras transcurría el tiempo empezó a notarse la falta de alimentos. Muchos se internaban en la selva en búsqueda de comestibles y no volvían más, otros labraban el suelo y plantaron semillas. Unos cuantos, por sus propios medios, se lanzaron al río en frágiles embarcaciones, motivo por el cual un gran número de guaraníes pereció ahogado en las aguas del Paraná. Las cartas que se habían enviado a las reducciones del sur antes de la partida pidiendo socorro nunca habían llegado a destino, de manera que los demás pueblos misioneros ignoraban el drama que se vivía en el Guayrá. Parte navegando y parte a pie por la costa, los guayreños llegaron hasta la desembocadura del río Yabebirí en el Paraná. Llegaron 4000 indios, 7000 habían perecido en la desesperación del éxodo. Los sobrevivientes, luego de acampar y reponerse durante algunas semanas en las costas del Yabebirí, refundaron las reducción de San Ignacio Miní y la de Nuestra Señora de Loreto. Desaparecidas las reducciones del Guayrá, los bandeirantes se encaminaron, a fines del año 1637, hacia las prósperas reducciones del Tapé. En el mes de diciembre del año 1637 una bandeira comandada por Raposo Tavares cae violentamente sobre la fronteriza reducción de Jesús María, destruyéndola totalmente y capturando a sus habitantes. Los que logran huir junto con los habitantes de la cercana reducción de San Cristóbal, se repliegan hacia el pueblo de Santa Ana, y todos a la vez se repliegan más al occidente, hacia la reducción de Natividad. Esta determinación de abandonar los pueblos más orientales y establecer la línea de frontera en el río Igay había sido tomada en una reunión realizada en Santa Ana, de la que participaron el Superior, padre Antonio Ruiz de Montoya, los curas de los pueblos y los principales caciques. También se decidió que los pueblos más expuestos a los ataques debían ser abandonados y quemados. Esto provocó el pánico en la población, que emigraba descontroladamente buscando la protección de la costa occidental del río Uruguay. El padre Provincial Diego de Boroa, que llegaba a la región en aquellos momentos, se encontró con grupos de indígenas que huían despavoridos de sus pueblos. Entonces ordenó el regreso inmediato de todos y dio a conocer al padre Montoya su decisión de permanecer en la región y enfrentar a los bandeirantes. Aún así, varios caciques de las reducciones de Candelaria y Mártires tomaron la decisión, por propia voluntad, de abandonar sus pueblos y trasladarse a las reducciones del Paraná. Otros grupos prefirieron abandonar los pueblos e internarse en las zonas selváticas. Las incursiones bandeirantes se volvían cada vez más agresivas, mientras que los habitantes de los pueblos se hallaban desarmados e indefensos. El padre Provincial Diego de Boroa comprendió el sentido realista del padre Montoya y decidió el abandono de todos los pueblos ubicados entre el río Uruguay y el Igay. El éxodo se realizó en forma planificada y ordenada, con la finalidad de prevenirse de los desastres que habían ocurrido durante el éxodo del Guayrá. Algunos grupos se trasladaron y se establecieron en reducciones que ya estaban asentadas entre los ríos Paraná y Uruguay. Otros pueblos organizaron su traslado del siguiente modo: primero partían los hombres hábiles para el trabajo, quienes cruzaban el Uruguay, buscaban el sitio para la nueva reducción, labraban la tierra, construían provisoriamente el pueblo, y luego retornaban a buscar a los demás habitantes. Otros grupos dispersos de diverso origen fundaron reducciones totalmente nuevas, como la de los Santos Mártires del Japón. Para finales del año 1638 todos los pueblos del Tapé habían sido trasladados y ubicados en el estrecho espacio comprendido entre los ríos Paraná y Uruguay, en lo que hoy es la provincia argentina de Misiones. Terminado el éxodo se organizó una expedición al Tapé, dirigida por los padres Francisco Jiménez, Felipe Viver, Antonio Bernal, Gaspar Serqueira, Pedro Mola, Antonio Palermo, Pablo Benavídez, Adriano Formoso y Pedro Romero, con la finalidad de buscar a aquellos indígenas que se habían ocultado en los montes durante los ataques bandeirantes. Fuente: "Herencia misionera" http://www.territoriodigital.com/herencia/indice.asp

El éxodo Misionero (segundo éxodo)

El ilustre historiador y profesor don Pedro de Armengol Alegre en un artículo periodístico, dijo:: "No era el éxodo israelita llevando el Arca de la Alianza, pero como el escogido huía en procura de una tierra donde pudiera vivir en paz, conduciendo en su penosa peregrinación las imágenes adoradas, cuya salvación procuraba al precio de su propia vida". En el Archivo de la Provincia de Corrientes existe un censo efectuado por disposición del capitán Blanco Nardo en 1822, comandante entonces de Yaguareté Corá, actual Concepción (Corrientes) de los nuevos vecindarios de San Miguel y Loreto, donde aparecerán consignadas en las 1.700 familias censadas, entre ambos poblados según las reducciones jesuíticas de los cuáles serían originarios dichos pobladores. El doctor Hernán F. Gómez afirma la heterogeneidad de origen de los de San Miguel. Según testimonio verbal de doña Ana Chapay, hija de don Blas Chapay, uno de los principales personajes de la fundación de Loreto, fueron casi todos los que formaron la columna que emplazaron sus chozas en “Yatebú”, originarios de la Loreto misionera destruida por los lusitanos, pocos de Candelaria, San Carlos y Corpus.

Episodios del éxodo Misionero

Dos episodios sobresalientes del éxodo Misionero y de la fundación del pueblo de Loreto en Corrientes, forman: a) la actuación decidida y valiente que prestó como custodia a la columna loretense, el Comandante de Armas don José Ignacio Gayrayé ó Guayaré, que comandó ochenta milicianos indios, armados con fusiles de chispa y sables, los acompaño em todo su penoso peregrinaje desde la iniciación de la marcha de la columna del éxodo en Misiones hasta la llegada a "Loma Yatebú", contruyendo luego su cuartel a pocos metros de la Capilla que edificaron para albergue de la imágenes católicas, ejerciendo eficazmente el control y estableciendo el orden y la legalidad en la nueva población. b) El otro, la modesta actuación de don Blas Chapay, sacristan de la iglesia de Corpus misionera destruida también por los lusitanes, que a falta de sacerdote, atendió en todo momento y en la nueva población los asuntos espirituales de los peregrinos, dentro de lo que le fué posible, llevando al alma de los huídos la confianza y la fé en Dios y en la doctrina cristiana, para soportar todas las viscisitudes, penurias y miserias sufridas durante el éxodo, aun grado moral elevado y luego, durante el replanteamiento y fundación del nuevo pueblo, constituirse en el primer dirigente de la construcción de la capilla "Nuestra Señora de Loreto" en "Yatebú" y colaborar activamente en su organización política.

Historia de Loreto jurisdicción Corrientes

El caudillo oriental, general José Gervasio Artigas, en su lucha contra los portugueses que ocupaban la Banda oriental del Uruguay, encontró en los pueblos de las Misiones, fuentes de abastecimiento en víveres y hombres para continuar la lucha para la expulsión del invasor que pretendía adueñarse de ese territorio y realizar su emancipación, tanto de los portugueses como el Gobierno de Buenos Aires. En este afán lo secundó activa y eficazmente don Andrés Tacuarí, caudillo indio de las Misiones, conocido generalmente por el mote de “Andresito Artigas”, su principal lugarteniente. Los Portugueses en esta circunstancia resolvieron ponerse de acuerdo con el Dictador Supremo del Paraguay (Francia) para atacar y destruir a los guaraníes misioneros que eran la fuerza de choque de Artigas, que en 1815 había expulsado a los paraguayos de los cinco pueblos del Paraná (Candelaria, Loreto, Santa Ana, San Ignacio y Corpus) y en 1816 habían intentado hacer lo mismo con los siete pueblos orientales resultando derrotados en San Borja. Esto significa que los guaraníes artigueños eran considerados enemigos tanto por la corona de Portugal como por el Dictador Francia. De modo que la campaña de Chagas de los 15 pueblos son saqueados y destruídos 10 pero solo son atacados los cinco del Paraná donde entra Loreto. Estaba sobreentendido que el Paraguay volvería a tomar poseción de los mismos una vez dispersadas las fuerzas artigueñas alli existentes. Empezaron destruyendo a La Cruz é incendiando Yapeyú, la capital administrativa el 12 de febrero de 1817, día que el general San Martín, nacido en ese pueblo en la cuesta de Chacabuco luchó y triunfó en tierra chilena contra los españoles por la libertad de Chile y la consolidación de la independencia Argentina. Al desaparecer toda la fuerza armada que guarnecía los pueblos del Paraná, los portugueses se retiran y se ocupan de trasladar el saqueo de los otros diez pueblos incluyendo familias prisioneras hacia San Borja. El dictador Francia entonces ordenó a su comandante de Encarnación el traslado forzoso de las familias guaraníes de los pueblos del Paraná a la banda norte de este río, llevándose todo lo que pudiera ser transportado o sea dejando solo las ruinas como para que no volvieran a instalarse los artigueños. Esta acción se realizó de inmediato pero muchas familias huyeron y se escondieron en los montes antes de ser trasladadas a la banda paraguaya, algunas llevando imágenes de especial aprecio como la de la virgen de Loreto. La depredación y la destrucción llegaron a todos los pueblos misioneros y el éxodo de pobladores se produjo a consecuencia de este vandalismo. La reducción de Loreto sufrió la misma suerte aciaga de las demás poblaciones que fueron víctimas de la saña de los invasores. Esta segunda población tuvo la trágica historia de la primera, como dijera el historiador don Armengol Alegre en “Anales de Loreto”: Vencida toda resistencia por los invasores, los habitantes de Loreto, presumiblemente algunos de Corpus, Candelaria y San Carlos formaron una sola columna, concentrando toda su atención a un solo fin; salvar las imágenes que serían patrones celestiales de dichas poblaciones y a fin de impedir que cayeran en manos de sus bárbaros enemigos, resolvieron huir con ellas y otras imágenes de su adoración católica, hacia tierras lejanas donde no pudieran alcanzarlas el vandalismo de las hordas lusitanas. En los otros 10 pueblos que fueron saqueados y destruidos por lo portugueses, muchas familias asesinadas o prisioneras, también quedaron algunas dispersas y fugutivas que poco a poco se fueron reuniendo con las de los 5 pueblos y conformaron las huestes de emigrantes que abandonaron las ruinas de Misiones y se dirigieron hacias las estancias donde ni los portugueses ni Francia tendrían interés en perseguirlos.

Dichos vecinos de los pueblos misioneros pasaron al sud de la Tranquera de Loreto (ejidos del actual municipio de Ituzaingó) iniciando en masa en dos columnas, completamente independiente una de otra, la penetración de la zona que antes solo utilizaban como guardería o estancias de sus ganados. Corriéndose por la costa del Alto Paraná y bajando luego por las partes altas de las ricas formaciones aluviales que se encuentran entre los afluentes del Iberá y los del Santa Lucía. Una de las columnas quedó en “Loma Yatebú”, donde se funda el poblado de Loreto; la otra sigue más al sud estableciendo el pueblo de San Miguel.

Noticias por tradición y una anécdota

La misma doña Ana Chapay, narró en 1917, ya muy anciana, una curiosa anécdota escuchada en su niñez, de boca de su padre y decía: "La peregrinación fue dura y penosa, muy llena de privaciones, sirviéndoles de guía un indio “payaguá”, muy ladino, conocedor de toda la comarca y especie de "baqueano" al estilo de “Calíbar” narrado por Sarmiento. Marchaban con las imágenes en andas, portaban sus ropas y demás enseres, alhajas, tesoros, etc. en maletas y bolsas que llevaban a cuesta, a pié, generalmente de noche, por ocultarse para que no los descubran los enemigos, en su marcha. El indio "payaguá" se echaba a tierra cada vez que creìa conveniente y oportuno, puesto el oído sobre la superficie terrestre, auscultaba todo ruido o movimiento producido a una gran distancia a la redonda, para advertir o avisar los peligros que pudieran asecharlos a fin de ocultarse oportunamente en los bosques que bordeaban los caminos por donde huìan, o en ùltimo caso disponerse a la defensa por las armas hasta sucumbir antes de ser arreados como manso rebaño. Asì marcharon muchos dìas y una vez, a la altura del zanjòn de “Santa Lucia” (actual juridicciòn de Ituzaingó y entonces de la reducción de San Carlos), el baqueano diò la vez de alerta, comunicando que el enemigo se encontraba a no mucha distancia è inmediatamente se ocultaron en un espeso bosque, las mujeres y los niños màs adentro y en la periferia los hombres para realizar la defensa si la ocaciòn se presentaba.Después de una hora, volvió a avisar que el peligro pasò y reanudaron la marcha sin novedad. Mas tarde entraron en la “Tranquera de Loreto”, así denominada porque dicho zanjòn en su corto cruce transversal del Paraná a los esteros de Iberá, cortaba el tráfico entre los pueblos de Misiones y la estancia de la Virgen de Loreto, terreno de la juridicciòn de Corrientes, donde los jesuitas tenìan sus grandes establecimientos ganaderos, ùnica abertura terrestre para entrada y salida, verdadera tranquera. Posiblemente, además de la seguridad que les proporcionaba esta región, trìan a la patrona de Loreto a su estancia, guaderìa perteneciente a aquella comunidad, ya que la propiedad particular era desconocida entre los misioneros. Desde entonces, la columna hacìa frecuentes altos para descansar de las fatigas sufridas en los lugares propicios, donde encontraban elementos de subsistencia. Se hallan jalonados en la ruta que siguieron en su marcha los peregrinos misioneros, de distancia en distancia nombres de parajes “San José”, “San Joaquín” “Santa Ana”, “San Isidro” y “San Juan”, que pudieron ser los lugares en que quedaran algún tiempo a pernectar o descansar, tares fértiles, buenas aguadas, abundante ganado, especialmente vacuno, que les proporcionarìa abundantes víveres y albergue natural. Al fin, la columna hizo un alto definitivo en “Loma Yatebù”, tierra de extensos cocales en la proximidad de lagunas, donde existìa una quinta de naranjos dulces que en otrora pudo ser un puesto ganadero y se dispusieron a fundar y organizar la población con la que soñaban, en reemplazo de la misionera destruida por los portugueses y a la que pusieron el mismo nombre de “Loreto”. Que habìan llegado en pleno verano, posiblemente en diciembre albergándose del excesivo calor solar a la sombra de los naranjos de espeso follaje, uno de cuyos ejemplares, conocido como “naranjo Paí Pajarito”, que permanecía verdeante y con hermosas pomas al celebrarse el centenario de su fundación, árbol històrico al que se colocó una placa y actualmente extiguido, dicha placa se trasladó al manolito cercano ubicado en la calle de la misma esquina.

Las imágenes católicas que portaron los de Loreto

Además de la hermosa estatua de la Santísima Virgen de Loreto que depositaron en la capilla que construyeron luego de su llegada al emplazamiento, portaron varias otras imágenes, entre ellas el “Santísimo”(Corpus), que es una figura plana en un panel que se cuelga en la pared, este sería patrono de la ex-reducción misionera de “Corpus”, que conserva aquí la familia descendiente de don Blas Chapay; La “Candelaria”, talla hermosa presumiblemente trabajada en la reducción misionera de Candelaria; de la que sería patrona, y que quedó en poder de la familia Asiscá, luego Chaveté y finalmente Areyú. Actualmente se halla en el paraje “Timbó Paso” a cargo de don Cornelio Umbert. Otra hermosa estatua de San Carlos. Bajo la dirección de los padres jesuitas, sería el patrono de la misma; esta fue regalada por vecinos indios a doña Nicanora Gauna de Acuña, esposa del comandante Juan Acuña, la que a su vez obsequió a don Carlos Nocetti, que fue pasando a manos de miembros de su familia; doña Francisca Nocetti de Sánchez dejó al morir a su hija doña Carlina Sánchez de Aponte, y actualmente posee la hija de esta la educacionista doña Nidia Ponte de Domínguez; la estatua tiene el brazo derecho roto. Otras estatuas ó imágenes quedaron juntamente con la Virgen e Loreto, en la capilla que construyeron y donde se conservan hasta la actualidad.

El replanteo del pueblo de Loreto

Los indios guaraníes evangelizados, exneófitos del poblado jesuítico de Loreto en Misiones, según tradición, en diciembre de 1817, replantearon la nueva población con el mismo nombre de “Nuestra Señora de Loreto”. Las primeras tareas realizadas fueron: la declinación del futuro emplazamiento del pueblo, haciéndolo a la manera de las reducciones jesuíticas: la capilla para albergue de las estatuas e imágenes que trajeron y para las prácticas del culto religioso (actual manzana Nº 45 del replanteo urbano); el cuartel de las fuerzas armadas indias a un costado sud-oeste, lado contiguo a la manzana D; la plaza pùblica frente a la capilla, calle por medio de la manzana D; el cementerio indio al costado noreste de la plaza (manzana Nº 32 del replanteo urbano); la casa habitación del corregidor Cerdán y su familia, al costado este de la capilla, calle de por medio. Los peregrinos se ubicaron en las tierras de las inmediaciones de la capilla, distribuyéndose las parcelas por familias, separadas las manzanas por calles, formando todas ellas una comunidad y en lo político se dieron el gobierno local de cabildo, al estilo que tuvieron en Misiones bajo el régimen jesuítico. El plantel de la nueva población fué bastante reducida, de pequeña extensión. A ochenta metros de la capilla, al oeste se hallaba la laguna “Juncal”, separada de la laguna Tetera ubicada al norte de èste por un canal desague de treinta metros de largo y uno de ancho; y al sud por otro de casi igual longitud que las une a la laguna San Juan de gran extensión y aguas muy profundas con el gran estero Yaguá Cuá al noroeste que servían a la nueva población de contrafuerte oeste., Al noroeste a cien metros se encuentra la laguna “Atehì” y al sudeste la laguna “Chapay”, a un kilómetro de distancia existiendo dos lagunitas intermedias asì como dos esteros profundos, formando una hermosa loma en forma de cuadrilàtero donde se ubicaron las casas del nuevo pueblo. Esta distribución estratégica de lagunas, la hermosa quinta de naranjos, tierras altas y foraces de la zona, posiblemente fueron los poderoso acicates que tuvieron los misioneros para emplazar allì el pueblo. La ubicación de las lagunas les presentaba tres bocas de reducida longitud que facilitaba la defensa armada con pocas fuerzas, pues los accidentes hidrográficos del oeste forman una barrera de lagunas enexpugnables entonces.

Organización política de la nueva población.

No se ha podido obtener el acta de la fundación y la constitución del primer cabildo de la comunidad al constituirse esta nueva población, solo a título precario, a falta de documentación fehaciente, consignaré lo que al respecto me refirió doña Ana Chapay y que puede ser extacto, ya que se trata de una hija de unos de los dirigentes fundadores. La comandancia y el cabildo, se constituyeron por elección directa de sus habitantes, en la siguiente forma: Comandante en Armas para seguridad y orden popular al Comandante don José Ignacio Guyrayé ó Guayaré.

El Cabildo: Corregidor don Pedro Antonio Cedrán - Alcalde de primer voto: don Damián Paraguay - Alcalde de segundo voto: don José Miguel Guyrayé - Miembros don Francisco Guabí, don Juan Carlos Charey, don Agustín Bayayá y don Gregorio Cuyé. Secretario don Blas Chapay. La nueva población en los primeros años vivió en forma precaria y miserable, ligado íntimamente en su existir con el poblado indio vecino de San Miguel y como necesitaban una autoridad superior bajo cuyas ordenes pudieran accionar, ambos resolvieron reconocer por Capital a San Roquito, ubicado en la costa del río Miriñay, gobernado por Félix Aguirre. Este manejo continuó hasta el año 1822, en que penetró en los aledaños de estos dos pueblos de origen misionero, la influencia de la autorida de Yaguareté Corá (Concepción Ctes.) y de las autoridades superiores de Corrientes como lo prueba los siguientes documentos obrantes en el archivo de la Provincia de Corrientes:

En este pueblo de San Roquito, a seis de febrero de mil ochocientos veintidós, el comandante don Juan Francisco Tabacayú, el Corregidor don Francisco Solano Arepí, el Alcalde Provincial don Manuel Tabacué, el comandante don Mariano Tacacá, todos los vecinos y habitantes que componen este pueblo, en reunión general, para tratar sobre nuestra suerte, venimos a manisfestar de hallarnos sin protección alguna, por no haber superior ni jefe reconocido en Misiones de donde hemos reunido, por lo que nos consideramos huérfanos y libre de obligaciones al gobierno de Misiones; y debiendo unirnos y vivir en sociedad con otros pueblos para poder subsistir y ser útil a nuestra adorada Patria, y al mismo tiempo ponernos al amparo y protección de un gobierno legítimo, después de haber tratado con el mas maduro exámen que a nuestros intereses comunes "hemos resuelto todos decididamente por un convenio general unirnos a la Provincia de Corrientes, sujetarnos a su gobierno; sujetarnos y estra obedientes a la leyes que dicte; vivir en unión con nuestros hermanos correntinos y componer una sola familia, uniéndonos como desde luego con ellos nos unimos con toda nuestra voluntad a la Provincia de Corrientes y nos sujetamos a sis leyes con toda subordinación, conociendo por ahora por gobernador al Señor Teniente Gobernador don Juan José Blanco y a sus sucesores reconocer y obedecer las costumbres y leyes de los congresos Provinciales que por tiempo suceden; y acordarnos que esta acta original se remita al Superior Gobierno para que enterado de nuetra libre voluntad se sirva, como encarecidamente le pedimos, nos admita bajo su protección, reconociéndonos, como verdaderos ciudadanos de la Provincia de Corrientes y subditos de ella. Y para que sirva esta acta de público testimonio, firmamos en dicho día, mes y año. A ruego del Comandante don Juan Francisco Tabacayú, Mariano Tacacá - A ruego del Alcalde Provincial Manuel Tabacué - Damacio Ibarabé - Francisco Solano Aripu - Alcalde A ruego del Juez Comisario son julio Baricuyé - Damacio Irabé - Mariano Tacacá - Administradores Sebastián Cabral, Miguel Chaú - Calisto Mboyá - Damacio Ibarabé -a nombre del Teniente Corregidor don José Mbererí y del Alcalde don Pedro Tapirayú - Miguel Chaú.

Documentos sobre los pactos solemnes de la agregación de los pueblos de San Miguel y Loreto, como pueblos de la provincia de Corrientes.

15 de Septimbre de 1827 Señor gobernado y capitan general. El corregidor de la Villa de San Miguel y demás individuos del cabildo nos ponemos ante la justificación de V.S. proponiendo que por hallarnos desamparados é indefensos sin tener mas que una raíz o fundamento de donde depender nuestra prosperidad y sosiego perpetuo, recurrimos a la generosa benevolencia de ese gobierno con el fin y deseo de agragarnos bajo la compasiva protección de ese gobierno con el fin de asegurarnos la felicidad y tranquilidad pública d çe estos hijos desgraciados de Misiones, y esperamos la caridad; por ser una de las provincias mas hermana a ésta. Por esta oportunidad saludo a S. Señoría con la mas alta consideración de mi verdadero afecto. Dios guarde a S. Señoría muchos años. Villa de San Miguel, Septiembre 15 de 1827, José Ramón Irá

Al Señor Gobernador y capitán General don Pedro Ferré Loreto, Octubre 4 de 1827 En virtud de haberme orientado el señor corregidor don José Ramón Irá del primero y segundo contrato con V.S., me ha sido grande gusto y placer, por circunstancias que me asiste. Al efecto se dirigió el señor corregidor con un secretario a esa capital de Corrientes a tratar el asunto con V.S., lo que ahora me ha informado verbalmente el Señor Juez Cominionado de Josef León a quien recibimos de igual modo que tanto deseábamos tener la protección y amparo de ese gobierno, lo que hoy nos ha brindado con la feliz suerte de esa protección. bajo ese pié puede V.S. descansar su espíritu y ordenarme lo que fuere conveniente. Dios guarde a V.S. muchos años. Miguel Romero - Francisco Miray - Blas Chapay - Juan Pablo Charey - Agustín Bayayá - Damián Paraguay - Francisco Guabí secretario del cabildo.

Embajada de San Miguel y Loreto

Ambos pueblos destacaron ente el Gobierno de la provincia una embajada de tres hombres que actuaban en ellos: Dos de San Miguel y uno de Ntra Sra. de Loreto. El 04 de octubre de 1827, se presentaron ante el gobierno de Corrientes, siendo Gobernador Intendente de la provincia don Pedro Ferré, como representantes de los nombrados pueblos: Por San Miguel: el corregidor don José Ramó Irá y el cacique José Bayay, por Loreto el secretario don José Ignacio Guyrayé ó Guayaré a manisfestar las razones por que venían a someter voluntariamente dichos pueblos al dominio del gobierno, por medio de un tratado suscripto en la misma fecha y aprobado por la H. Representación de la provincia el 16 del mismo mes de Octubre de1827.

La noticia del tratado en Loreto y San Miguel

Los tres representantes y un diputado, al regresar de la ciudad de Corrientes con la noticia del pleno éxito obtenido en la misión que les llevó, deseos vehamente de ambos pueblos, se reunieron en el cabildo de los respectivos pueblos todos los cabildantes y vecinos caracteristicos en cuya especie de Asamblea o Cabildo abierto, el corregidor hizo dar lectura al secretario del texto del tratado firmado, de cuya copia autenticada eran portadores, a la importancia del acontecimiento y sus posibles consecuencias en pro de las dos poblaciones, se ratificó con aplausos todo lo actuado, disolviéndose la Asamblea en medio del gran alegría y entusiasmo popular. Cuenta la tradición que ambos pueblos festejaron alborozados con bailes populares y otras diversiones propias que acostumbraban a realizar con motivo de grandes acontecimientos.

Una proclama a los pueblos en su idioma

Con motivo del tratado firmado don José Ramón Irá, corregidor de San Miguel, persona de vasta preparación intelectual y cultural, inteligente y capaz, uno de los personajes más influyentes entre su coterráneos, respetado y reconocido como paladín de los pueblos misioneros, que poseía gran autoridad sobre los habitantes del éxodo, redactó y publicó una proclama en idioma guaraní cuyo texto es digno de ser conocido, obra de interesantes y modulosos conceptos. Traducción: (por el Pbro. Fray Juan Nepomuceno Alegre).

"Hermanos, ciudadanos paranaenses: Es dentro de toda vuestra confianza, que os dirijo humildemente la palabra por medio de esta circular, al grito......... en el momento de ver que todos vamos a perdernos, por las culpas de nuestros paisanos. Hermanos: Abramos ya nuestros ojos, Os hago acordar de aquella época de desgracias, de haber comenzado en él a entrar los pueblos de Misiones del Paraná arriba y de hacia el Uruguay: Acabaron de sucumbir totalmente nuestros hogares de quince pueblos en los años 1817 allá por el 12 de septiembre. Nuestros paisanos, los uruguayos habían introducido la revolución en nuestro país. Ya van diez los años cumplidos que sobrellevamos los padecimientos; y dentro de este año de 1827 a 12 de septiembre, hemos acordado según mi voto y el vuestro, buscar la protección de la provincia de Corrientes, presentadome ante el superior gobierno de allá con dos representantes más: el señor cacique principal don José Iganacio Bayay y el señor secretario don Ignacio Guayrayé. Dios mediante, conseguimos la protección de aquel gobierno de la ciudad de Corrientes. Hermanos, encontremos nuestra felicidad; la de nuestra provincia y demás habitantes, nuestros hermanos. Ya lo veis pues, todos vosotros hermanos: no tenemos amparo ¡estamos indefensos! Ya lo veis, que no tenemos ni un pastor espiritual, nuestra primera necesidad. Ya lo veis, justicia que sea fuerte, no hay. Hay un gobierno tal en nuestra provincia, como lo observais también, que cuando vosotros, los padres de la república, subalternos pretendimos hacer justicia según la ley de Dios y de la Santa religión Cristiana, nos persiguieron, las amenazas dirigiendo a la justicia los paisanos uruguayos que habían estado entonces sobre las armas. Ya lo veis, que lo que acarrea la ruina, tal cual nos la había significado Dios: "momentaneumenim qued delectat se ternum qued exeruciat"; la feliz de la vida es muy transitorio y lo que mucho mortifica es sin fin. Es de ese modo que se han conducido nuestro paisanos de armas, los uruguayos, como muy bien le hemos visto todos. ¡Ah hermanos míos, vamos a labrar la gloria de nuestro país, por la que tenemos, por haber encontrado la protección de la capital de Corrientes. Nosotros, huérfanos desamparados, ya ponemos un árbol de laurel, bajo cuya sombra todos nos resguardamos. Para exponer lo expresado ante vuestra presencia y para que lo supiera el mayor número posible, se publica esta circular, que se ha de fijar en lugares para que todo el pueblo pueda verla y para la eterna memoria. ¡Viva la patria mil veces! ¡Viva nuestro protector y defensor el gobierno de la ciudad de Corrientes! Quartel general (pág. 193 de la C. de D.)

Esta admirable y elocuente circular del Corregidor de San Miguel don José Ramón Irá, es una síntesis de la situación pasada y presente de entonces, así como una esperanza cierta en el futuro de dichos pueblos y que para la historia con timbre de haber y gloria para su autor.

La nueva vida en ambos pueblos

Acogidos San Miguel y Loreto bajo la protección del Superior Gobierno de la Provincia, se realizó la unidad política de pueblos de la provincia de Corrientes, sin necesidad de recurrir a las armas de guerra para su sometimiento, ya que estos pueblos ubicados en su juridicción geográfica, no le obedecían y constituían una especie de poblaciones foráneas dentro de su territorio geográfico, usurpado en circunstancias especiales ya explicadas. En esta forma pacífica se efectuó la unidad política correntina y aunque era precedente que el gobierno de Corrientes recurra a las armas para someterlos, hubiera resultado una masacre contraproducente, sembrando odio y desunión entre hermanos argentinos y ese gesto pacífico revela comprensión y conciencia argentinista que honra altamente a sus gestores. El señor Teniente Gobernador de Corrientes don Pedro Ferré constituyó en comandancia a la zona ocupada por los pueblos de San Miguel y Loreto y territorios adyacentes, que más tarde se la convirtió con el nomnre de Departamento de San Miguel, entrando así definitivamente al concierto de los Departamentos correntinos. Destacó al señor Francisco Xavier de Lagraña a cargo de esta comandancia con asiento en San Miguel, con instrucciones reservadas, quien cursó la siguiente nota: Noviembre 5 de 1827. Hoy he sido puesto en poseción, según nombramiento del Ministro de Corrientes, como Jefe de este Departamento, a consecuencia del despacho que V.S. se sirvió expedirme con fecha 25 de septiembre último. Mis conates con tal desempeño, serán conformes a corresponder a la confianza con que el Superior Gobierno ha querido distinguirme, han querido fundar en mi persona, por tanto por ahora solo me contraigo a poner a conocimiento de V.S. aquel incidente, y esperar sus superiores ordenes para llenarlas con la exactitud que corresponde. Dios guarde a V.S. muchos años San Miguel y Noviembre 5 de 1827. Francisco Xavier de Lagraña

Cabildo de los guaraníes

La principal y única autoridad de los pueblos de San Miguel y Loreto residía en sus cabildos. En general, compuestos por guaraníes evangelizados en las Misiones a las órdenes de los sacerdotes o de los administradores y a veces algunos españoles, sus miembros eran prepotentes, abusaban de su autoridad y practicaban la explotación de los humildes y daban lugar al vandalismo, procedimiento arbitrario y soez que tropezó contra el nuevo orden que la provincia trataba de imponer en estos pueblos. El jefe comandante señor Lagraña, sostuvo a menudo incidentes al imponer el orden y la legalidad institucional en estos poblados. Con la prudencia y circunspección propia del funcionario competente, les fué capeando e imponiendo las prácticas saludables que regían en los otros pueblos y ciudades departamentales de Corrientes, conforme a las leyes sin tener que recurrir a los procedimientos violentos. La del señor Lagraña fue una misión difícil y su cumplimiento descansaba en base al tacto y prudencia que ponía en sus actos y órdenes emitidas para ir subsanando la inmoralidad y el de abuso que se hizo costumbre en ellos. A veinte días de tomar poseción de su cargo, dirigue una nota al señor gobernador Intendente, donde expone y analiza la situación imperante, a la luz de sus observaciones y manifiesta las medidas que cree precedente para mejorarla.

Noviembre 25 de 1827 Señor Gobernador Intendente: Señor: Desde que con fecha 5 del que corre dí parte a V.S. haberme recibido del mando de esta comandancia, he sido un espectador de los usos de estos naturales, y lo que he notado en ellos, son una multitud de resabios, que me parecen serán precisos irlos cortando poco a poco a fin de poder entablar el orden, quitar la holgazanería y que se dediquen a el trabajo. El primero que a mi vez se debe remediar es la exclusión de cabildo y corregidor en donde se ocupan una porción de mandones que estos lo que hacen es servirse de otros muchos infelices, privándoles de su trabajo y que puedan conchabarse, ya entre estos pobladores y ya entre otros de otros partidos que vienen a solicitarlos a que se agrega que juventud solo la dedican a fiestas, músicas y bailes: de modo que para este año entrante estoy determinado, salvo el mejor dictamen de V.S. a hacer los corregidores alcaldes mayores con el objeto de que al concluir el entrante, concluyan ellos también y un alcalde en casa pueblo y nada mas. He observado que si por un lado les han hecho entender que son libres, por otro los quieren tener casi en los mimos estilos, y sujeción a campana que si estuvieran en los pueblos: y a fin de poder informar a V.S. le suplico que sirva concederme licencia, para bajar a esa capital en todo febrero del año entrante en donde a presencia de V.S. podré dar noticia mas circunstanciada. Dios guíe a V.S. m a San Miguel Noviembre 25 de 1827 Francisco Xavier de Lagraña

El 3 de diciembre de 1828 hubo elecciones en Loreto para elegir el cabildo para el año entrante 1829 y resultaron electos los siguientes: Corregidor: Don Francisco de Paula Mbairayú, Alcalde 1er Voto Don Esteban Yso, Alcalde 2do voto Don Juan Pablo Chavey, secretario de cabildo Don Blas Chapay, segundo secretario de cabildo Juan Franco Guabí. En este documento de cabildantes electos Don Blas Chapay se refiere de la siguiente manera: "En esta sala del Ilustre Cabildo del Pueblo de Nuestra Sra. de Loreto a los tres días del mes de diciembre de 1828, Por mi y a los cavildos firmamos conmigo por el elector de los Alcaldes y Cavildo". El comandante Francisco Xavier de Lagraña designa para Juez Comicionado del partido de Loreto a Don Vicente Monzón.

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