Las pinturas del cielorraso cóncavo, soporte de la cúpula móvil en la sala de espectáculos. Obra del Arq. José Antonio Ramírez, y sus colaboradores.
El mural decorativo presenta alegorías relacionadas a las artes teatrales, afirmándolas en la región cultural del NEA y proyectándose a dimensiones más vastas.
Así, las imágenes son solo manchas coloreadas que aspiran a ser interpretadas como formas amarradas a una superficie de doble curvatura y que se expresan según la óptica naturalista, porque está dirigida al común espectador no iniciado en especulaciones conceptuales, tan valoradas por el arte contemporáneo.
Existe la intención de no desnivelar la continuidad del plano, con la “trampa para el ojo” y cuando esto sucede, un leve desplazamiento del espectador ayuda a recuperar la bi-dimensionalidad resuelta con correcciones ópticas, según las leyes escenográficas.
Es que el ámbito fue creado para la lírica y primordialmente se atendió a la acústica. La envoltura fue resuelta con los fastos del último barroco y allí lo óptico completa la experiencia estética.
La percepción sonora y visual, cristaliza la magia del teatro y el lugar se sacraliza en dimensión eterna.
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